Máximo Lameiro y Roberto Sanchez, en su excelente investigación acerca de nuevas formas de vincularse, concluyen diciendo:
Como toda innovación tecnológica de fuste, Internet trae aparejado algo de desconfianza que suele esconder un profundo temor: el temor a que el nuevo artificio tecnológico destruya las capacidades humanas que viene a sustituir.
En el caso de internet y las nuevas tecnologías, la imagen temida es la de una persona (sola) frente a la luz mortecina de su monitor, alejada de sus semejantes, alejada del mundo, «comunicándose» sólo con su computadora.
… la presente investigación ha venido a demostrar que tal imagen es falsa, que Internet, al igual que el común de las tecnologías, viene a potenciar más que a destruir. En todo caso, se trata sólo de un instrumento, está en nosotros el uso que le demos.
Los entrevistados en esta investigación manifestaron que con Internet se comunican con personas, con personas (vale agregar) que de otra manera ni siquiera llegarían a conocer.
Los vínculos establecidos con esas personas (que pueden estar, literalmente, en cualquier lugar del mundo) suelen ser cuidados y fortalecidos demostrando de esta manera un interés por el otro que no se condice con la habitual imagen fría de una computadora.
Una de las características que permiten que esos vínculos se afiancen no siempre está presente en los vínculos «cara a cara»: la comunicación reflexiva. Las personas que se comunican vía Internet se toman el tiempo necesario para reflexionar antes de contestar un mensaje.
Este nuevo tempo interpersonal, si bien es condicionado (en principio) por la tecnología, se resignifica en cada vinculo interpersonal, enriqueciendo tanto el contenido de los intercambios como el desarrollo de la relación humana en sí misma.
La reflexividad aludida (y sus efectos) demuele también otro de los mitos negativos de la computación: que atrofia el pensamiento; por el contrario, puede ser un vehículo para la reflexión de temas profundos, algo que no es fácil de lograr en la vida cotidiana.
Otro de los potenciales de Internet es permitir a los usuarios poner en acto características ocultas de su personalidad, características que por diversos motivos permanecen latentes en su vida diaria. Naturalmente, los rasgos de personalidad que pueden expresarse a través de este medio de comunicación son tanto positivos como negativos, pero no debe juzgarse un medio de comunicación porque permite la expresión de aspectos patológicos de la personalidad. Sin embargo, si resulta decisivo su capacidad de potenciar aspectos adaptativos de las personas, de permitir la expresión de una distinta (o nueva) subjetividad.
También merece destacarse el sentimiento de pertenencia a una comunidad global que adquieren los usuarios de la red. Es en Internet más que en cualquier otro lugar donde las fronteras desaparecen, donde las personas pueden encontrarse sin que haya barreras entre ellas (ya que aún la barrera del idioma puede ser salvada).
Las conclusiones podrían seguir hasta abarcar tanto espacio como la investigación misma. Sólo habremos de agregar que para quienes asumimos el rol de investigadores, el trabajo fue ante todo una rica experiencia interpersonal, no solo en relación a aquellos que colaboraron para llevarlo a cabo, sino también entre nosotros mismos:
Roberto Sanchez y Máximo Lameiro no se habían visto antes de iniciar juntos este periplo y siguen aún sin haberse visto. Situados a cuatrocientos kilómetros de distancia uno del otro, pudieron establecer un vínculo fluido de intercambio y de colaboración, canalizado exclusivamente a través del e-mail. A partir del ciberespacio (de otro modo hubiera sido imposible) trabajaron juntos y fueron puliendo sus diferencias personales (y sus egos) hasta llegar a un verdadero producto de equipo.